Patrones que decido recortar
¿Por qué no cortar también con aquellas costumbres que nos hacen daño?
Estaba en una mesa comiendo de mi tupper. Éramos más de 10 personas en el pequeño comedor de la oficina, riendo y hablando. Alguien lanzó un comentario racista en tono de broma, al que siguió un fuerte silencio y luego se oyeron las risas y un “ufff, tío” que confirma que la broma ha gustado. “Me he fijado que no hubiera ni un negro antes de decirlo”, añadió el autor del comentario, y el público parecía estar de acuerdo con lo “prudente” que había sido.
Siguieron comentarios del estilo, pero en este momento, ya no estaba yo segura de lo que decían. Sentí un impulso que me dijo *aquí no* y me llevó a levantarme de la mesa y comer en otro sitio.
Son detalles que he aprendido a reconocer como mi conciencia diciéndome “disculpa, pero esos son patrones que decido recortar”.
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Crecemos aprendiendo hábitos y conductas, que con el tiempo hacemos nuestros. Yo me he cansado de ver cómo se usan para justificar toda clase de atropellos, hostigamientos y abusos.
En situaciones extremas de dolor físico o psicológico, las personas pueden llegar a disociarse mentalmente de la experiencia como método de protección. Parte de un instinto. Algo similar a cuando apartamos la mano del fuego para no quemarnos.
¿Por qué no cortar también con aquellas costumbres que nos hacen daño?
Un compañero me contó una historia de alguien que se portó muy mal con él, y cuando le dije que no debía sentirse mal, respondió: “no me siento mal. No fui yo quien lo hizo. Es su mierda, no mía”. (Esta frase me la he repetido mil veces en el transcurso de los años.) Nos cargamos de culpas y sentimientos que acabamos por asumir cuando en realidad no son nuestros. Por supuesto, porque la persona responsable no responde por ellos, y porque estamos acostumbrados a asumirlos como si fuera lo correcto.
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No creo que exista una sociedad perfecta. Sin importar de dónde seamos, todes acabamos por ser influenciades por prácticas dañinas de quienes nos rodean. Nuestros padres, la sociedad, compañeros y extraños… todes con esa lupa de lo importante que es compartir opiniones de mierda, sin filtro, con la excusa de la honestidad.
A las mujeres las educan para odiarse entre ellas. Siempre que sea posible. Recuerdo concretamente cuando tenía 15 años y me invitaron a una fiesta de disfraces en casa de una amiga, que siempre organizaba las fiestas más divertidas, pues solían ser grandes y abiertas a quien quisiera venir. Uno de nuestros amigos llegaría con amigas de un grupo diferente que no conocíamos, lo cual en principio era lo habitual, y había expectativa de ver quiénes eran y cómo encajarían con el resto de nosotras. Pero tan pronto llegaron, el ambiente se volvió hostil hacia ellas. Incluso yo me sentí incómoda. Intenté tender puente con las nuevas y me acerqué, comentamos sobre los disfraces y alguna otra cosa normal -porque eran personas, no monstruos malignos. Cinco minutos después, empezaron gritos y empujones echándolas de la fiesta… Fue una escena absurda que con seguridad exagera mi memoria. Recuerdo la rabia, vergüenza y una sensación que entonces ya reconocía dentro de mí como mi conciencia diciéndome “disculpa, pero esos son patrones que decido recortar”.
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Tenemos escritos muy dentro patrones que nos enseñaron a ser quienes somos. Estos están muchas veces basados en malas prácticas que nos hacen mostrarnos como trozos de mierda en determinadas situaciones. Pero estando acostumbrados, no podemos verlo de otra manera.
Pero estos patrones que heredamos y aceptamos, que pueden estar teñidos de racismo y discriminación, odios hacia otras, hacia una misma, no son inherentes a quienes somos. Y siendo así, tenemos la opción de rechazarlos y aprender de ellos.
Tal vez te pase como a mí de vez en cuando, lo identifiques claramente y seas capaz de poner un cambio en marcha. Pero la gran mayoría de las veces seguirás, al igual que yo, la corriente y patrones dañinos… y sumando las veces que no queremos verlos, ¿qué tan sencillo se hace romper con esos patrones que decidimos recortar?