¿Qué es ‘terruquear’?
Tras los resultados de la primera vuelta electoral en Perú, la clase alta del país se ha embarcado en una agresiva campaña publicitaria que oculta sus favoritismos.
Paneles en la avenida Javier Prado. Campañas en redes sociales. Medios de comunicación masiva. La campaña publicitaria contra Pedro Castillo, candidato en la segunda vuelta presidencial, empezó apenas se supieron los resultados: 18.1% para el partido de Castillo, Perú Libre, y 14.5% para Keiko Fujimori. La narrativa anticomunista que se ha construido desde entonces lo asocia directamente con el grupo terrorista Sendero Luminoso fundado a finales de los 60 y con gobiernos socialistas o comunistas como los de Bolivia, Venezuela, cuando no Cuba u, ocasionalmente, Corea del Norte.
Robby Ralston, reconocido publicista limeño, ideó la primera de estas campañas, denominada “Por mi familia”. Ralston es elocuente cuando habla del éxito que ha tenido entre la gente de su clase social, pero no tanto cuando le preguntó por su financiamiento.
Los héroes de la democracia
Ralston se involucró en esta campaña porque sus amigos del colegio y empresarios con los que trabaja en su agencia de consultoría creativa le pidieron que elabore un mensaje a favor de Fujimori.
Él estudió en el María Reina Marianistas, un colegio de clase alta peruana. Algunas de las empresas y más grandes del Perú son clientes de Ralston: el Grupo Edicorp, Aje, Visa y Kimberly Clark.
Cuenta que sintió la presión de sus amigos, quienes con facilidad le prometieron contactarlo con Keiko en una reunión privada. “Viralizaron la campaña en redes sociales. Ojo Público dice que costó 1600 dólares, pero, o sea, de qué está hablando: un grupo de amigos junta eso, no es como financiamiento oscuro o turbio. Eso no es nada”, me dice despreocupado. El sueldo mensual mínimo en Perú es 281 dólares.
Pero no está solo en esta cruzada. La revista Consejos, una publicación auspiciada por varias marcas del grupo Alicorp, por ejemplo, incluyó en su edición de mayo, propaganda política que relaciona al candidato de Perú Libre con el gobierno de Venezuela.
Alberto Goachet, socio y director de marcas en Farenheit DDB, cree que el miedo es una clave para entender estas campañas y que no hay que desestimar el miedo de San Isidro, el barrio más rico de Lima.
“El miedo aquí es transversal y tampoco se puede hacer clasismo a la inversa. La gente de San Isidro, Miraflores y Surco ¿no puede tener miedo?”, me dice Goachet.
Pero miedo a qué.
En palabras de Úrsula Vega, relacionista pública y consultora política de partidos políticos liberales que han postulado a la presidencia, el principal temor es que el Perú se convierta en Venezuela. “Rojo, igual a comunismo; comunismo, igual a Castillo; Castillo, igual a Cerrón; Cerrón, igual a Venezuela”, me dice, “Al principio yo dije: ‘no voto ni muerta por Keiko’, pero ya se me pasó el mal humor”, agrega.
Paradójicamente, los eslóganes de libertad de esta campaña no se reflejan en las acciones de publicistas y empresas. El publicista Renzo Talavera, director de la agencia Circus, exigió en tono amenazante que se den a conocer a los comunicadores que hagan campaña a favor de Pedro Castillo. “Quiero sus nombres para que nunca más los vuelvan a contratar”, escribió en una publicación abierta en su cuenta de Facebook.
La Comuna, estudio de abogados que asesora legalmente y capacita organizaciones sindicales y laborales, ha recibido quejas y denuncias al respecto. “El sindicato de trabajadores audiovisuales y cinematográficos ha informado que en varios rodajes publicitarios, los productores les han advertido que en caso pierda Keiko, la actividad va a reducirse y no habrá más trabajo”, me dijo Carlos Mejía, asesor en La Comuna.
El resentimiento social
Los episodios exacerbados y desbordados de esta campaña abundan. El 11 de mayo, en La Casa del Maestro, local de partido de Castillo, Perú Libre, un grupo agredió a los asistentes que se encontraban ahí por un encuentro entre candidatos y docentes. Los agresores vestían polos con frases muy similares a las que se han visto en paneles luminosos en varias regiones del país: ‘no al comunismo’.
Pocos días antes, robaron los padrones con los nombres de personeros y militantes de Perú Libre del local partidario de San Juan de Miraflores, al sur de Lima.
Esa misma semana, el excandidato y político de ultraderecha, Rafael López Aliaga, convocó a una marcha en la que, sobre un escenario y micrófono en mano empezó a arengar “Muerte al comunismo, muerte a Cerrón, muerte a Castillo” al término de un improvisado discurso frente al Palacio de Justicia. Horas después, tras ser criticado en redes sociales, dijo en un tuit que solo utilizó una expresión figurada.
Tambiénla policía se ha unido. Un grupo de agentes de la Dirección Contra el Terrorismo de la Policía Nacional (Dircote) visitan las comisarías del norte del país para convocar a las juntas vecinales y darles charlas sobre terrorismo. Ellos dicen que llevan haciendo estas charlas desde hace diez años y que no tienen fin político ni relación con las elecciones. Sin embargo, el contenido de la exposición misma generaliza y relaciona directamente el comunismo con el terrorismo.
El ‘terruqueo’, como se le conoce coloquialmente en el Perú a la práctica de sindicar como terrorista o filoterrorista a cualquier persona que no simpatice con la derecha, fue usado durante el gobierno de Alberto Fujimori, el padre de Keiko, en los años 90. Este recurso retórico se usó entonces para deslegitimar y asesinar a opositores políticos.
Hoy, las mismas personas que normalizan esta práctica en el discurso público, lo explican como un “resentimiento” de los votantes de Pedro Castillo. No cuestionan su reduccionismo. Jorge Salomón, publicista, comunicador y exalcalde de San Isidro, dice que “hay una situación de cierto –me incomoda decirlo– de cierto odio, de cierta reacción virulenta contra la gente que quiere el desarrollo en base al progreso empresarial”.
Sin embargo, especialistas como Leonor Lamas, coautora del libro Épicas del Neoliberalismo, critican esta manera de pensar. “Estos discursos de progreso individual, estas promesas del emprendedor mestizo, reducen cualquier desigualdad a una falta de esfuerzo de un ciudadano irresponsable, que no ha utilizado racional o estratégicamente los pocos recursos que tiene para salir adelante; como si no existiesen barreras estructurales de pobreza, una falta de servicios públicos que impiden que esa persona tenga acceso a calidad de vida”, dice. En suma, que el pobre es pobre porque quiere.
Según la investigadora, estos discursos despolitizan y criminalizan el descontento: “Cualquiera que se queje por defectos estructurales del modelo económico, si es el de clase media, va a ser atacado de caviar; si es de clase popular, es un resentido social; y si es un campesino, seguramente va a ser terruco”.
Difícil de creer
Los últimos 30 años, Javier Roca, padre del dirigente estudiantil de la Universidad del Callao, Martín Roca, ha dado múltiples entrevistas a periodistas y está cansado de buscar justicia, una palabra que ha perdido todo sentido para él.
“Fue secuestrado, torturado, asesinado e incinerado en el sótano del Servicio de Inteligencia del Perú”, dice Javier. Habla de su hijo:un joven de 23 años que cursaba el sexto ciclo de Economía. Fue detenido en la casa de sus padres, después de un altercado entre estudiantes y militares en una marcha por el alza del pasaje universitario.
“Eso es el terrorismo de Estado que sucedió en el gobierno de Fujimori. Ahorita todas esas propagandas en Javier Prado y, por cualquier otro medio, para mí no es nuevo; no es novedad, es la ratificación de lo que son ellos: un comino les importan los peruanos, un comino les importa el Perú”, dice. Al momento de la escritura de este texto, la familia Roca no ha recibido ningún tipo de reparación estatal.
Reyna, la hermana de Martín, tenía 11 años cuando lo secuestraron. “No puedes decir que me olvidé lo que hicieron con él, ni del sufrimiento que hemos cargado todos estos años. Si por lo menos Keiko hubiera pedido disculpas. Por el contrario, desde que llegó a la segunda vuelta –y mucho antes–, se cree dueña de la verdad”, me dice.
La familia Roca no tiene cuerpo que velar, solo fotos.
A Marly Anzualdo, hermana de Keneth, otro estudiante de Economía desaparecido, no le gusta que la traten de víctima. “Nos dicen víctimas y nos separan de la sociedad. Parece que nosotros estuviéramos en otro país o fuéramos otra clase de ciudadanos”, explica.
Yris Alfaro, la hermana de Melissa Alfaro, quien fue asesinada con un sobre bomba dirigido al local de Cambio, el diario de izquierda donde hacía sus prácticas, considera que es un descaro que las élites y el fujimorismo pretendan desconocer la historia. “Es una desvergüenza total. No reconocen nada de lo que hicieron y todo quieren achacarlo a Sendero Luminoso,. Lo hacen para mantener sus privilegios, sus negocios, sus monopolios”, reclama.
Se suele pensar que el Grupo Colina fue el único de los destacamentos involucrados en estos asesinatos durante el Fujimorismo, pero eso no es del todo cierto. “La política de Alberto Fujimori fue hacer una dirección más selectiva de eliminación de opositores”, sostiene la abogada de la Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh), Gloria Cano. “En Ayacucho, los militares asesinaron al periodista Luis Morales, a la ex alcaldesa Leonor Zamora. En el 97 hubo otro destacamento de inteligencia que estuvo en Puno y ocasionó la voladura de las torres del canal 13, Global televisión, que transmitía el programa de César Hildebrandt”, dice.
Cano considera que la élite económica también empleaba estos destacamentos para amedrentar a los campesinos y trabajadores organizados en sindicatos. Ella me cuenta que “el Grupo Colina fue enviado a desaparecer a un grupo de campesinos en el Santa a pedido del hacendado algodonero Jorge Fung, quien tenía una relación cercana con la familia del General Nicolás de Bari Hermoza Ríos. También fueron enviados a la selva para hacer un trabajo de búsqueda de información para un empresario de palma aceitera”. En la actualidad, el Grupo Romero concentra este negocio. “Es lógico que apuesten su dinero en alguien que les ha sido servil toda la vida (el fujimorismo)", añade.
Cazafantasmas del comunismo
Para Guillermo Nugent, sociólogo, historiador y psicoanalista, el comunista se convierte en un término paraguas. “Entonces, si usted quiere ampliar las licencias de maternidad de trabajadoras, usted seguramente es un comunista. Esa es un poco la idea. A cualquier cosa que limite el privilegio de los que tienen poder se le llama comunismo”, indica.
Pese al entusiasmo reciente por ser un país de “todas las sangres”, es importante recordar que la fundación de la república peruana no incluyó ni a personas negras, ni a indígenas. “El voto a la población analfabeta se dio recién en 1979, a los cuales les entregaron unas boletas rosadas para diferenciarlos” dice Nugent.
“Las élites se equivocan al no darse cuenta de lo poco sostenible que es este sistema que tanto defienden. Lo vemos en Colombia, Chile y Bolivia, es un momento de develamiento de las contradicciones”, complementa Leonor Lamas.
Advierte también que los conflictos sociales no van a parar con un régimen político que apueste por la continuidad, por lo que las élites tanto culturales como económicas deberían apostar por una reforma del sistema. “Pero eso no existe en su mente cortoplacista. Me parece que de ganar Keiko los va a condenar a su propia destrucción”, concluye Leonor.
El terruco es el otro
Basta prender la televisión a cualquier hora del día, repasar el dial del FM o pararse frente a un kiosko para constatar que las élites están usando sus propios medios de comunicación para mostrar un abierto respaldo a Keiko Fujimori, quien es a sus ojos “la única opción democrática”.
Y esta propaganda, para expertos como la psicóloga Ana María Guerrero, tiene que ver con cómo se relacionan las clases altas con las que consideran subordinadas, en especial, la población negra e indígena.
Según Guerrero, utilizan la descalificación personal de Castillo como argumento. “No se detienen en sus ideas y si lo hacen, son extremadamente vagos: ‘comunismo igual hambre’”, explica. Su actitud es racista en términos culturales. “No hay una mención al color, a su fenotipo, sino más bien es “qué sabrá él”, es tremendamente despreciativo. He escuchado que lo llaman burro, ignorante y que cómo va a venir un profesor de pueblo a decirnos cómo mejorar el país”, agrega.
Las clases altas estarían usando el argumento del bien común. No existe un acercamiento empático, ni un interés por qué piensa o necesita el otro. “Supuestamente, votar por Castillo sería votar por el hambre. Pero no se preguntan cómo piensa ‘el hambre’”, me dice Guerrero.
El éxito que han tenido las élites en relacionar al comunismo con Sendero Luminoso opera bajo un razonamiento prejuicioso que, sin embargo, también ha sido interiorizado por las izquierdas. Para Gerardo Saravia, director del Instituto de Defensa Legal, desde la misma izquierda se ha terruqueado a Pedro Castillo.
“Pedro Castillo tiene muchísimos problemas como político, como candidato, pero su problema no son sus supuestos nexos con el MOVADEF, eso es una infamia. El MOVADEF no hace acciones terroristas. Entonces, cuando dices ‘él tiene nexos con tal’, hay que especificar: ¿nexos con quién? ¿quién entre esta gente está haciendo acciones armadas?”, explica.
Saravia recuerda que el 02 de diciembre del 2021, policías detuvieron a 88 personas, entre las que se encuentran estudiantes que militan en los diferentes grupos de Izquierda. El hecho se produjo en medio de los cuestionamientos hacia el actuar de los policías, quienes reprimieron con violencia desproporcionada las protestas contra el golpe de Estado de Manuel Merino, ex congresista de Acción Popular, partido político de derecha.
Familiares de los detenidos denunciaron que los efectivos tumbaron la puerta de sus casas con combas: una vez dentro del inmueble, entraron hacia los cuartos y redujeron a los estudiantes con metralletas. Un caso que no apareció en los medios de comunicación masiva. Ni de bromas.
“En ese caso han callado todos porque tienen miedo de las represalias. Todos critican el terruqueo pero no se dan cuenta cómo desde los sectores progresistas también lo alimentan”, añade.
Castillo se ha defendido negándolo todo. Pero el profesor universitario Juan Carlos Ubilluz considera que, cuando el maestro sale a decir “nosotros no somos comunistas, no somos terroristas”, esta es una victoria ideológica de la derecha. Es decir, responder a la acusación demuestra el éxito de la estrategia.
El pasado 27 de mayo, el diario peruano El Búho, de línea editorial de izquierda, difundió por su canal de YouTube el documental El Profesor, donde amigos, familiares, empleadores, profesores y alumnos de Pedro Castillo hablan del significado de la presencia del docente en sus vidas. Consultados por el terruqueo, la mayoría de entrevistados empieza a llorar.